Hoy os voy a contar una historia, la mía.
Cuando terminé la carrera en 1.995 decidí darme de alta en el Colegio de abogados cuanto antes, porque en aquel momento para poder ser abogado de oficio, tenías que llevar un año dado de alta como abogado y así lo hice en enero de 1.996.
En aquel momento tenía poca experiencia, por no decir ninguna, y cuando me llegó la hora de empezar a hacer guardias no sabía lo que me iba a encontrar, ni cómo tenía que actuar, así que me pegué como una lapa a una compañera en algunas de sus guardias (¡siempre te lo agradeceré, Chelo Casares!) para poder aprender de alguien con experiencia.
En esa época el busca con el que hacíamos las guardias (hoy en día los avisos se dan al teléfono móvil de cada uno) se recogía en el colegio de abogados a las doce de la mañana y a partir de ese momento (no éramos tantos abogados como ahora) se desataba la locura: te podían llamar tanto por un robo de chatarra, como para asistir a una persona que había lesionado a otra en una pelea, para asistir a un violador, por un asunto de tráfico de drogas o un homicidio. Ibamos de la comisaría al cuartel de la guardia civil y de allí a los distintos juzgados como locos (¡y sin teléfono móvil!).
Además, en asuntos civiles te podían designar para una separación, un divorcio, una reclamación de cantidad, un desahucio, etc y también existía un turno especial de menores en el que asistías a menores por robos, hurtos, daños, etc en el juzgado de Oviedo.
Como os podéis imaginar, para alguien sin apenas experiencia el turno de oficio es como el mejor de los masters en el que además de aprender profesionalmente sobre un montón de asuntos distintos ves todo tipo de vidas y te empiezas a dar cuenta (si no lo habías hecho ya) de que existen otras realidades muy distintas a la tuya, por lo que ejercitas sin darte cuenta otras habilidades que te sirven tanto para tu vida profesional como para tu vida personal como la empatía, la escucha activa, etc
Además, la falta de experiencia que tienes al principio se suple con ganas de hacer bien las cosas y como lo único que te sobra en ese momento es tiempo para dedicarlo a estos asuntos, te dedicas a ellos en cuerpo y alma.
Con el tiempo, muchos compañeros van dejando el turno de oficio porque el trabajo del despacho va aumentando y el tiempo no da para todo. Esto, unido a que el turno de oficio está mal pagado y que es ciertamente escaso lo que se cobra por cada asunto y por las guardias que realizamos, hace que muchos compañeros, como digo, se dediquen exclusivamente al despacho y dejen el turno de oficio.
Sin embargo, personalmente, el turno de oficio es algo que no puedo dejar. Al contrario, con el tiempo me he ido apuntando a turnos especializados como el de violencia de género. El motivo no es económico, porque como os digo lo que se cobra del turno es realmente escaso en relación con el trabajo que se realiza. Mi motivo para no dejar el turno de oficio es de satisfacción personal. Creo que la labor que realizamos los abogados del turno de oficio es encomiable, modestia aparte, y la mayoría de los compañeros tratan a sus clientes del turno tan bien como lo hacen con sus clientes particulares, sin hacer diferencias.
Probablemente alguien dirá que ha tenido una mala experiencia con un abogado del turno de oficio pero por lo que veo entre mis compañeros creo que son excepciones. Por otra parte, creo que el abogado del turno de oficio entre muchas personas todavía está mal visto, influidas sin duda por lo que vemos en las películas en las que invariablemente el preso siempre está en la cárcel por la actuación negligente de un abogado de oficio y solo se libra de la cárcel tras asumir la defensa un abogado particular y carísimo. Esto está lejos de la realidad en nuestro país. Todos conocemos casos de personajes populares que están en prisión a pesar de tener abogados de renombre y muchos abogados de oficio han hecho una gran labor en un gran número de asuntos (recientemente por fin el Tribunal Supremo ha reconocido la gran labor de un abogado de oficio en una sentencia).
Es difícil de explicar la satisfacción que te produce conseguir que se haga justicia en un tema que te ha llevado tiempo y trabajo y cuando lo consigues en el caso de un cliente que tal vez no tiene gran fe en la justicia porque no dispone de una buena posición económica y está desmoralizada, la satisfacción es doble.
Muchos de mis clientes del turno de oficio han seguido viniendo por el despacho con otros asuntos, suyos o de sus familiares y nos seguimos la pista mutuamente a pesar de los años que han pasado.
Por eso, ya que mañana 12 de julio es el día de la justicia gratuita y del turno de oficio quiero rendir un pequeño homenaje a todos mis compañeros del turno en esta enorme labor social que creo que hacemos entre todos y porque a veces con muy poco conseguimos hacer mucho (de ahí la pequeña broma de la foto sobre los superhéroes). ¡Un abrazo a todos en nuestro día!.