El post de hoy iba a tratar sobre otra cuestión, pero al conocer la pasada semana la noticia relativa a una trabajadora de Iveco no puedo pasarla por alto, pese a reiterarme en el mismo tema y precisamente porque considero que es necesario insistir en ello, como también me comentaban algunas personas en facebook en relación con el último post.
Esta vez el tema no afecta a menores de edad, sino a una madre de familia, Verónica, de treinta y dos años, madre de dos hijos, que ha decidido suicidarse tras difundirse un video de contenido sexual suyo entre compañeros de su empresa.
Según las noticias que he podido leer Verónica realizó esas grabaciones hace algunos años y se las envió a su entonces pareja, compañero de la empresa. En la actualidad Verónica estaba casada con otra persona.
Su antigua pareja, al parecer, quería retomar la relación y, ante la negativa de Verónica, decidió difundir ese video entre sus compañeros con la intención de perjudicar su imagen, de forma que un gran número de compañeros de trabajo pudo verlo.
No se trata en este caso de menores inconscientes, se trata de personas adultas, mayores de edad, que saben o deberían saber que su comportamiento es un delito. Pero, independientemente de que conozcan o no las consecuencias que su actitud puede tener en el ámbito penal, no deja de ser una actitud moralmente reprochable.
Este comportamiento y el de las personas que lo difunden está regulado, como os comentaba el otro día, en el artículo 197.7 del Código Penal como delito de revelación de secretos y está castigado con la pena de tres meses a un año de prisión o multa de seis a doce meses, que personalmente poca pena me parece para el daño que se puede causar con este tipo de conductas.
En este caso se ha atacado a la intimidad de una persona con la intención de ocasionarle un perjuicio y las consecuencias han sido, nada más y nada menos, que la muerte de esa persona. Además de la pena que le corresponda, el culpable deberá hacer frente a una indemnización por responsabilidad civil a los familiares de la fallecida.
Me sigue asombrando la maldad de algunas personas, las ganas de hacer daño y que se sigan produciendo este tipo de actitudes que para muchas personas probablemente no deja de ser una broma de mal gusto. Pero no, no es una broma de mal gusto, es un delito con unas consecuencias importantes y en este caso, por desgracia, definitivas.
Creo que tenemos que cambiar nuestra actitud ante estos temas y no dejarnos llevar por la curiosidad morbosa de ver las fotografías o las grabaciones que nos envían y mucho menos seguir difundiéndolas. Por desgracia, comprobamos una y otra vez que con el auge de las redes sociales estos comportamientos son demasiado habituales, no sólo entre menores sino también entre mayores de edad.
Ojalá Verónica fuese la última víctima de este tipo de hechos, pero lamentablemente es poco probable y ante eso solo nos queda insistir para que estos comportamientos se vuelvan contra su autor y no se vuelva a victimizar a la víctima, haciéndola sentirse culpable.